miércoles, 14 de marzo de 2012

EL MUNDO EN OTROS TIEMPOS


Por Javier Sanz el 13 marzo 2012

En junio de 1561, cuando la villa de Madrid ya contaba con 30.000 habitantes, Felipe II trasladó la corte de Toledo a Madrid, instalándola en el antiguo Alcázar. Las razones que se dan para este traslado son muy variadas: la necesidad de separar la Corte de la influencia del poderoso arzobispo de Toledo, una situación geográfica estratégica en el centro peninsular en la que abundaban los recursos naturales… (como la obra de Miguel Hernández, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras).

Esta decisión implicaba el traslado a Madrid de la familia real, su séquito, prelados, cortesanos, aventureros, pícaros… que, necesariamente, obligaron a cambiar la fisonomía de la villa: ampliar la ciudad derribando murallas, nuevas construcciones (hospitales, hospicios y otros servicios), remodelación de las zonas antiguas… pero Madrid seguía sin tener capacidad para alojar la ingente cantidad de parásitos que arrastraba la Corona. A pesar de requisar una importante cantidad de casas para alojarlos, seguía siendo insuficiente. Así que, Felipe II se acogió al derecho o carga de aposento, pensado para el alojamiento temporal de los sirvientes del rey durante los viajes de la corte, y ordenó que todas las casas que tuviesen más de una planta deberían ceder una de ellas a la Corona.

Las casas más pudientes, como siempre pasa, se libraron de tal carga haciendo una aportación económica a la Corona y el resto… el resto fueron las llamadas casas de malicia: las viviendas ya construidas hicieron las reformas necesarias, como tabicar partes de la casa, para hacerlas inhabitables y las nuevas se construyeron de una sola planta o con esa apariencia desde la calle y un acceso a la segunda planta desde un patio interior.

Hablando de Felipe II, hoy me gustaría recomendar “Las mujeres de Felipe II” de la escritora, historiadora y amiga Mª Pilar Queralt del Hierro, IX Premio Algaba.

El poderoso rey que gobernó el primer imperio global tuvo una debilidad, las mujeres que lo rodearon: madre, hermanas, esposas, hijas, amantes y amigas. Felipe II no fue el hombre frío y cerebral que transmite la historiografía tradicional. Las más recientes investigaciones demuestran que fue un joven apasionado y galante, pero también un marido entrañable. Que supo de amores prohibidos y de matrimonios por razón de estado. Por las páginas de este libro desfilan las cuatro esposas del monarca, María Manuela de Portugal, María Tudor, Isabel de Valois y Ana de Austria; amantes como Isabel de Osorio o Eufrasia Guzmán; sus hijas Catalina Micaela o Isabel Clara Eugenia y el gran interrogante : la princesa de Éboli. Mujeres todas definitivas en la vida del Rey Prudente que desvelarán la figura de un hombre desconocido para muchos y, sin duda, mucho más atractivo que lo que deja entrever la historiografía tradicional.


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Por Javier Sanz el 11 marzo 2012

En la segunda mitad de la década de 1800, los coches comenzaron a aparecer en Europa. Al principio, propulsados ​​por motores de vapor, y más tarde por diversos combustibles líquido (en 1885 se construyó el primer vehículo automóvil por motor de combustión interna con gasolina). Lógicamente, y parejo al creciente uso de los automóviles, aparecieron algunos inconvenientes… la seguridad vial de los peatones frente a aquellas pesadas – hasta 12 toneladas – y rápidas – 16 km/h – locomotoras.

La legislación anterior, de 1861, que establecía estas limitaciones (peso máximo de los vehículos de 12 toneladas y limitación de velocidad de 16 km/h) había quedado obsoleta. Así que, en 1865 se promulgó The Locomotive Act, también llamada de la bandera roja, que establecía estas limitaciones:

  • Establecer los límites de velocidad de 6 km/h en el país y 3 km/h en las ciudades.
  • Establece que los vehículos autopropulsados ​​deben ir acompañados por un equipo de tres personas : el conductor, un fogonero y un hombre con una bandera roja que debía caminar a 60 metros por delante de cada vehículo. El hombre con la bandera roja o una linterna advertía a los peatones, jinetes y carros tirados por caballos de la proximidad de una máquina autopropulsada.

Aquella ley supuso un mazazo para la joven industria del automóvil, en favor del tradicional carruaje de caballos y el incipiente ferrocarril.

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Por Javier Sanz el 8 marzo 2012

Este post está dedicado a la Mujer Trabajadora y, lógicamente, incluyo a las amas de casa.

El pasado 27 de febrero se cumplió el centenario de la promulgación de una ley en nuestro país… la ley de la silla. Tras esta ley se encontraba la madrileña María de Echarri. Desde su labor de periodista, escritora y política puso su persona y su pluma al servicio de la gente obrera, en especial de la mujer obrera, defendiendo un feminismo vinculado a la Iglesia. Fue Secretaría General del Sindicato Católico Femenino y redactora de la revista La Mujer y el Trabajo. Desde sus cargos públicos, Concejal del Ayuntamiento de Madrid en 1924 y en la Asamblea Nacional en la sección de Cuestiones Sociales, Beneficencia y Sanidad en 1927, siguió luchando por las mejoras sociales que humanizaban el trabajo de la mujer, su derecho a la sindicación, y su derecho a igual retribución que el hombre en igualdad de condiciones laborales.

Uno de estos logros, que humanizaban el trabajo de la mujer, fue la ley de la silla por la que los empresarios debían proporcionar una silla a todas las mujeres que trabajan en la industria o el comercio para que pudiesen sentarse a descansar. El problema es que tras este reconocimiento de una legislación laboral específica para la mujer, subyace un reconocimiento de la debilidad de la mujer. Esta ley se basaba en un estudio del Instituto de Reformas Sociales en el que se detallaba que trabajar muchas horas seguidas de pie podía producir deformaciones en la pelvis y, con ello, problemas en su capacidad reproductora… el trasfondo de esta ley no era el beneficio de la mujer sino un modelo de sociedad.

Antes de esta ley hubo un movimiento social en Barcelona, llamado la Liga de Compradoras, en favor de los derechos de las mujeres trabajadoras. Se elaboró una lista blanca en la que se incluían las industrias y comercios que no obligaban a trabajar hasta más tarde de las 20 horas ni en las festividades religiosas y que, además, permitía sentarse a sus empleadas mientras no tuviesen trabajo que las obligase a estar de pie. Al resto… boicot a sus productos.

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Por Javier Sanz el 7 marzo 2012

Lo siento chicas, otra vez, y no sé cuántas van ya, vais a salir mal paradas en este post… la historia no ha sido muy benévola con vosotras.

Hoy en día la legislación sobre las separaciones y divorcios está más que estipulada y regulada pero en la Inglaterra del siglo XVIII y XIX era un lujo que sólo los ricos y poderosos se podían permitir. Cuando un matrimonio de gente humilde se rompía o simplemente eran infelices, sólo había dos soluciones: aguantar y hacer de tripas corazón o vender a la esposa. Esta costumbre británica no tenía ninguna base legal, incluso a partir de mediados del siglo XIX comenzó a perseguirse, pero como la actitud de las autoridades era equívoca se practicaba (entre 1780 y 1850 quedaron registradas las ventas de más de 300 esposas, que no significa que fueran las únicas).

Esta costumbre llevaba parejo un ritual: el marido sólo tenía que traer a su esposa a la plaza del mercado con una soga alrededor del cuello, el brazo o la cintura. El marido intentaba colocar a su esposa vendiendo sus virtudes y ocultando sus defectos, y tras una subasta pública se adjudicaba el mejor postor entregándole un documento como prueba de propiedad. En este grabado de 1820 una vaca situada en el lugar exacto deja claro los motivos de la venta de la esposa…

No se ha registrado casos de ninguna esposa que hubiese sido subastada más de una vez por distintos maridos, pero sí algunos en los que el marido tuvo que volver a la plaza porque en su primera subasta no encontró pujadores. Respecto a los precios… varían mucho y en muchas ocasiones además del dinero se añadía a la puja algún barril de cerveza. Lo que está claro es que muchas mujeres que tuvieron que pasar por este mezquino y miserable trance ganaron con el cambio… dejaban atrás un matrimonio roto y a un marido que las había vendido.


Por Javier Sanz el 6 marzo 2012

La corrupción en los círculos de poder es algo tan frecuente que ya no produce ni sonrojo, no sabría decir cuándo o dónde nació aunque parece que es innata a la condición humana. Está tan extendida que alguien decidió dedicarle una entrada en la Wikipedia… Corrupción urbanística en España y aunque aparece un amplio listado de “ladrillazos” no encontraréis el caso más importante… cuyo protagonista fue el duque de Lerma. 

El 13 de septiembre de 1598 fallecía Felipe II y era coronado su hijo Felipe III. La primera media que tomó fue nombrar a su amigo Francisco de Sandoval, por aquel entonces marqués de Denia, valido del rey (puesto de confianza por nombramiento directo del rey y que se ocupaba de las cuestiones de Estado). Como el rey estaba preocupado por cuestiones ajenas a la política (el teatro, la pintura o la caza) su valido ejerció como verdadero rey de España; se rodeó de un equipo de gente de su confianza y distribuyó los puestos más importantes de la corte entre miembros de su familia y amigos. Además, en 1599, le otorgó el título de duque de Lerma .

El duque de Lerma comenzó a mover los hilos y en 1601 trasladó la corte de Madrid a Valladolid. La teoría fue que lo hacía por alejar al rey de la influencia de su tía y abuela María de Austria; al rey fue suficiente con decirle que en Valladolid había mejores campos para cazar. Pero la realidad era bien distinta… el enriquecimiento. Seis meses antes del traslado, el duque de Lerma había comprado varios solares, casas y terrenos en Valladolid que, lógicamente, con la presencia de la corte supusieron un pelotazo en toda regla. En 1605 vendió a la corona la zona conocida como Huerta de la Ribera por 30 millones de maravedíes, por eso hoy se llama la Huerta del Rey. Pero todavía quedaba la jugada maestra… el 30 de enero de 1606 la corte regresaba a Madrid.

Madrid negoció la vuelta de la corte con el duque de Lerma, tras pactar un sustancioso donativo de 250.000 ducados (unos 93 millones de maravedíes); de esta cantidad se entregó una tercera parte al valido del rey y el resto a la Corona. Además, y en connivencia con el alcalde de Madrid, el duque había hecho alguna pequeña inversión cuando los precios habían caído en Madrid tras el traslado a Valladolid y que, casualidades de la vida, volvieron a dispararse con el regreso de la Corona.

Cuando su entramado de corrupción fue descubierto y comenzaron a rodar cabezas… aún tenía un as en la manga: solicitó de Roma el capelo cardenalicio que se le concedió en 1618, al mismo tiempo que el rey le daba permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en Valladolid en 1625. El pueblo le cantó:

Para no morir ahorcado,
el mayor ladrón de España,
se viste de colorado.



Por Javier Sanz el 4 marzo 2012

Wilhelm Conrad Röntgen fue un físico alemán que el 8 de noviembre de 1895 produjo radiación electromagnética en las longitudes de onda correspondiente a los actualmente llamados rayos X. Aquel descubrimiento revolucionó el mundo científico hasta tal punto que al año de su descubrimiento ya se habían publicado unos 50 libros y más de 1.200 artículos en revistas científicas, siendo hoy en día uno de las principales herramientas de diagnostico de enfermedades y lesiones.

Todos los estudios y la abundante información de los rayos X contribuyeron a popularizar el nuevo descubrimiento y, como otros muchos descubrimientos, a buscarle usos alternativos. El 18 de enero de 1927, Jacob Lowe registró la patente nº US1614988 (A) “Method and means for visually determining the fit of footwear” (Método y medios para determinar visualmente el ajuste de calzado)… los llamados fluoroscope en EEUU o pedoscope en Reino Unido.

Entre 1930 y 1950 se instalaron en las mejores zapaterías estos artilugios – se calcula que en 1950 había unas 10.000 en uso – que consistían en un armario vertical de madera con una abertura en la parte inferior para colocar los pies y tres puntos de visión en la parte superior, uno para el vendedor y otras dos para los clientes a dos alturas según fuesen niños o adultos, desde los que se podía ver, gracias a los rayos X, la imagen de los huesos del pie y el contorno del zapato. Así se garantizaba que se compraba el zapato perfecto…

En la década de 1950, una serie de organizaciones profesionales médicas comenzaron a advertir de los riesgos de las exposiciones prolongadas a los rayos X. En 1957, en el Estado de Pensilvania, se prohibió el uso de los fluoroscopios, extendiéndose tal prohibición en la década siguiente a todo el país y a mediados de los setenta en el Reino Unido.





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